domingo, 9 de enero de 2011

en tu esencia

en tu esencia existen dos mujeres;
dos mujeres que son una, en dinámica constante.
Una y otra se alternan, posan y se esconden. Son el sol y la luna; la claridad y el enigma. La que te da y la que te quita.

Confío en ti. Eres como una ola, me llevas y me traes, me acunas y me agitas, pero en esencia sigues siendo como el mar. Natural y libre, a veces asustada de tu propia personalidad; de tu poder, de tu naturaleza.
Aquel que recela de ti, se ahoga. Yo aprendo todos los días a navegar por tus soles y disfrutar de tus lunas, a descansar en tus calmas y amarrarme al mástil en tus tormentas.
Conocerte fue sencillo, encontrarte es difícil. Porque esa dualidad se vislumbra pero no la dejas apreciar. La guardas, escondida en tu interior, no como un tesoro, sino como un águila que no quieres liberar y dejar volar.
Tus instintos celosamente ocultos quieren explotar, aflorar como magma, romper con el esquema, no se resignan.
Esa mujer que es parte de ti, tanto como la que conocen los que no te conocen, la veo y la vi, en cada minuto, en cada instante contigo.
Y la sigo viendo;
la reconozco en cada flor, en cada pájaro. La intuyo en el negro cuando oscurece el blanco; en el rojo que se mezcla con el azul. En el perfume de la gramilla cuando caen las primeras gotas de lluvia de verano; en la calma que antecede la tormenta.
Porque esa mujer intuitiva, pura rebeldía, esencial y salvaje, es la que se expresa en la mujer ciudadana, oficialmente aceptable.
Yo que te quiero acepto y aprecio tu dualidad necesaria y natural. No le tengo miedo a la mujer escondida, no trato de dominar tu instinto ni refrenar tus necesidades. Sólo busco amar de la mejor forma que soy capaz.