No le pido permiso a la luz para acariciar tu claridad.
No le pido permiso al mar para hundirme en tu profundidad.
No le pido permiso a los ríos para beber de tu manantial.
Como no le pido permiso al sol para hacerte el amor bajo la luna.
Porque no te pido a ti, ni siquiera a ti, el necesario permiso de interrumpir tu sueño. De despertar tu cuerpo y tú sangre. De hacerte sonreír después, dulce y secretamente satisfecha. De impedir que me olvides. De hacerte meditar un instante...
Te sé expectante, aguardando. Como la flor que se abre al sol, como el aire que espera la pluma, como la saya a la katana; porque es el fin y es el comienzo.
Déjate abrazar, princesa.